23 mayo 2007

La SGAE, esos piratas

Recuerdo mis películas favoritas sobre mafiosos italianos, esas ambientadas en los años 50 o así. En ellas es casi obligada la figura del recaudador. Ese tipo entrando en una pequeña pero coqueta tienda de comestibles pidiendo no sé qué pago “a cambio de protección”. Acto seguido, la negativa inicial del dueño suele saldarse con un mamporro y un asalto por encima de la barra a la caja registradora.

Algo así pasa hoy en día con la SGAE esos mafiosos camuflados de sociedad gestora de derechos de autor. Lo saco a colación por una noticia (una de tantas) aparecida estos días en la prensa. El dueño de un bar en Tomelloso (Ciudad Real) le ha ganado un pleito a esta “familia”. La SGAE le exigía la friolera de dos millones de euros por “actos de comunicación pública” sin su autorización. En cristiano, por poner música en el bar y no pagar lo que debe a esta sociedad. Dirán algunos, “bueno, joder, así son las cosas, si pones música tienes que pagarlo”. Pues no amigos, resulta que el chaval, amante y conocedor hasta las túrdigas del rock and roll, pinchaba discos (todos de vinilo) de hace 40 o 50 años y de grupos que ni de pajolera coña había escuchado en su vida hablar la autodenominada guardiana de la cultura.

En el juicio el dueño propuso una lista nada menos que de 400 discos para que la SGAE dijese de cuáles de esos grupos tenía los derechos. No hubo respuesta. Al no aportar pruebas de que alguno de esos temas estuviera en su repertorio, el juez determinó, que la sociedad no podía cobrar por ellas. Lógico ¿no?

Pues tampoco, resulta que en el colmo de su desfachatez estos piratas, que no crean nada pero participan de los beneficios de los autores, consideran que “si existe un aparato reproductor de música o televisión en el establecimiento y se prueba que se utiliza estando abierto al público éste, se devengan derechos de autor" independientemente del “repertorio de obras gestionadas por la SGAE que es irrelevante". O sea, cobrar a toda costa aunque la música la haya hecho tu prima.

A esto se suma el monopolio que ejerce esta sociedad que ha tenido pleitos por querer cobrar por autores que, en realidad pertenecen a otras entidades de gestión de derechos.

Lo dicho, unos piratas.

Se merecen lo que les pase.